miércoles, 14 de octubre de 2009

Un ESPÍA en Choroní...

Garbo y su cortina de mentiras en Choroní
                                                                                               Por: Omar Montilla ,
                                                                                               Fecha de publicación: 15/01/09.

Winston Churchill decía que “En tiempos de guerra la verdad es una cosa tan preciosa que es necesario protegerla siempre con una cortina de mentiras”. Estas palabras dieron lugar al título de un libro muy famoso sobre la historia de los servicios secretos durante la Segunda Guerra Mundial cuyo autor es el periodista y escritor británico Anthony Cave-Brown [1] autor también de un “best seller” llamado “Dios, Oro y Petróleo” [2], que trata sobre la historia de la compañía petrolífera Aramco y sobre los reyes de Arabia Saudita.
La historia de Juan Pujol, conocido con el seudónimo de “Garbo”, tal como le fue narrada a Nigel West, dio lugar a "Garbo, El Espía del Siglo". [3]. Tiene el honor de ser una de las pocas personas condecoradas con medallas de ambos bandos. Primero fue la Cruz de Hierro, pues logró convencer a su superior en los servicios secretos de Alemania, Karl Kuehlanthal, que tenía informaciones de primera mano sobre los desplazamientos de las fuerzas británicas y norteamericanas para la invasión de Normandía. La Cruz de Hierro se otorga por actos de valentía o por méritos en la conducción de tropas, se concede solamente en tiempo de guerra, es una condecoración militar, aunque había casos en que era concedida a los civiles por realizar funciones militares, como es el caso de Juan Pujol. La Orden del Imperio Británico fue instituida para honrar a todos aquellos que hacen algo significativo en nombre de ese país y le fue concedida por los obvios servicios que había prestado a Gran Bretaña.
Otro libro fue escrito por Javier Suárez , y en el se destacan las grandes aventuras de Juan Pujol, ya no tanto sobre la guerra sino sobre el personaje de Cave-Brown, al que se refirió con lujo de detalles sobre su extraordinarios aportes para la pronta derrota de Alemania, ignorando que estaba vivo y en Venezuela, cuyos últimos días de su agitada y sorprendente vida, ignorado por todos, los pasó en su casa de Choroní.

Me he permitido esta introducción sobre Garbo, para destacar la relevancia que tuvo su actuación durante la guerra. Aparte de las implicaciones morales y éticas que pudiera haber tenido su conducta, durante la guerra civil española militó en las filas republicanas, desertó a las franquistas, de donde también desertó para marcharse a Lisboa y enrolarse con el MI6, el servicio secreto británico. ¿Cómo es posible imaginarse que Garbo, quien llegó a crear una red ficticia de 27 espías y engañó a todos pudiera terminar sus días en Choroní? En ese contexto fue cuando yo lo conocí y traté personalmente, y cada vez que hablaba con el, sobre asuntos nimios –utilizando la doble acepción del término— no podía concebir que aquella persona, ya ligeramente encorvada y de andar presuroso, fuera la misma que narraban las historias, que yo conocía desde años atrás.
En Choroní, así es… en Choroní – Estado Aragua, Venezuela. Por supuesto no se le prestaba mucha importancia, y sólo fue después que se hizo pública su historia cuando comenzaron a agregarle el mote de “espía”, sin otra mayor trascendencia que no fuera la que se le da a casi todas las personas en ese pueblo, que son sentenciados de por vida a llevar a cuestas los sobrenombres mas increíbles, muchos de ellos denigrantes. Pero no era ese el caso de Garbo. Se le veía como alguien más, otro más de los muchos forasteros que se aposentan allí para nunca más tornar. Se dice que tenía una gran capacidad de convencimiento y de seducción, dotes innegables que le permitieron llevar adelante su “trabajo”; se dice que también era una persona sencilla, noble y con ideales liberales. En lo que todos coincidimos, es en considerarlo lo que se llama “una buena persona”, no aferrado a las cosas materiales. De ello puedo dar fe, cuando en una oportunidad en que lo visité, manifesté mi agrado por una bellísima ventana de madera colocada en la parte interna de una de las habitaciones de su casa. Para mi asombro, pues no lo pensó mucho, ordenó que fuera desprendida y más tarde la hizo llegar a mi casa, donde está a buen recaudo. Cuando manifesté mi agradecimiento por tan inusitado regalo y más bien preocupado por la orfandad en que quedaría la habitación, me dijo que de todas maneras estaba “remodelando” la casa y que allí colocaría otra.

Pero no se quedó allí, porque a la ventana siguió una puerta, que está colocada en la cocina, contada entre las doce puertas de madera dispuestas en mi casa, todas diferentes entre sí, como un potpurrí [5]. Lo más sorprendente fue cuando me regaló un vástago de cambur, un pineo enano, cuya progenie, pasados los veinte años, aun sobrevive en el jardín. ¿Cómo entender a una persona que sólo en 1984 reveló a sus más íntimos, quién era? ¿Qué clase de ser humano es capaz de soportar tan pesada carga y albergar tantos miedos y recelos? Debió ser un hombre muy suspicaz y astuto –nunca pude verlo en su cara, esas cosas no se ven, pero sobretodo, muy inteligente. Al final de su vida, sólo era un hombre que disfrutaba de Choroní, en donde había encontrado la paz, por la cual, según decía, había luchado en la guerra, sin disparar ni un solo tiro.

No podía entonces molestar a alguien que está en paz. Como decimos en Venezuela, “deja quieto al que está quieto”. Después que Garbo murió, en alguna ocasión me llegué a lamentar que no hubiera sido capaz de llegar más hondo en su corazón para que me hablara de las cosas que yo quería que me contara.
¿Cómo podía penetrar la intimidad de un hombre que por más de veinte años la mantuvo en el más absoluto hermetismo, que ni siquiera su esposa e hijos llegaron a imaginar?

De lo que puedo estar feliz, como en efecto lo estoy, es haber logrado construir un pequeño espacio vital, un breve segmento en nuestras vidas que nos permitió compartir novedades impensadas para el y para mí que no tuvieron nada que ver con el pasado. Llegué a albergar la esperanza que quizá más tarde llegaría el momento de hablar, pero ese momento nunca llegó. Dos de los últimos cuatro años que vivió, libre de su secreto, sin ser Juan Pujol, ni Garbo, ni nadie más, fueron los que yo compartí en el escenario más apropiado, el pueblo de Choroní.

.... se saben mas cosas!

Bolivar en Choroní... Interesante.

Bolívar en Choroní:«El arte de la victoria sólo se aprende por medio de la derrota»

De la humillación a la grandeza, Diez días que Bolívar nunca olvidaría.
Una flotilla con El Libertador a bordo desembarcó en Ocumare de la Costa el 6 de julio de 1.816, en una acción que había sido tomada en última instancia, con la intención de tomar a Caracas con rapidez y así sorprender al enemigo. La idea preconcebida era realizar una campaña por el Oriente del país y llegar hasta el Orinoco, pero el Libertador cambió de planes y se decidió por este punto del país. El general Carlos Soublette había desembarcado también en Ocumare y ese mismo día emprendió la marcha hacia los Valles de Aragua con el encargo de Bolívar de apoderarse de ese territorio, reclutar tropas y buscar provisiones. Pero ante el acoso de enemigo tuvo que retroceder.
Soublette se vio obligado a replegarse hacia un lugar conocido como Los Aguacates y allí el día 13 enfrentó al general Francisco Tomás Morales, consiguiendo una victoria parcial, pues los españoles se vieron rechazados. Morales, quien años después, en 1.824 lo encontraremos nuevamente en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo al frente de la derrotada flota española, no se amilanó y repitió el ataque y esta vez los patriotas llevaron la peor parte. El Libertador trató de ayudar a Soublette, pero llegó demasiado tarde. Esta debacle motivó que las tropas expedicionarias se replegaran a su base de operaciones en Ocumare de la Costa, a donde llegaron dentro del más grande estado de confusión.
El Libertador, cayó en un estado de depresión inusual y ante la inminente presencia de Morales, viendo que todo estaba perdido, pensó inclusive en suicidarse, y si no es por la presencia de Juan Bautista Bideou, quien evitó tal acción, otros hubieran sido los resultados de esta campaña. Este oficial Bideou aprovechó la única nave disponible y lo condujo hasta la isla de Bonaire. Bolívar estaba, una vez más, solo. La flota, a la orden de Brión, había partido hacia Curazao con los barcos cargados de frutos. No bien hubo llegado Bolívar a Bonaire, se repuso anímicamente y de inmediato regresó a Ocumare de la Costa y se encontró con un espectáculo de horrible, con la ciudad y el puerto desiertos. En la playa estaba abandonado el parque de los patriotas: 1.000 cañones, 6.000 fusiles, miles de balas y demás pertrechos militares, es decir, todo lo que Pétion había entregado a Bolívar para la expedición que había partido de Los Cayos. El Libertador entonces pasó a Choroní a buscar a sus compañeros, comandados por el general Gregor McGregor. Un Consejo de Guerra que se reunió de emergencia en el propio Choroní acordó salvar lo poco que quedaba. Tomaron nota que los tres pequeños barcos que acompañaban a Bolívar no tenían la capacidad necesaria para embarcar a todo el ejército, que se había ya reducido a 600 hombres. Los oficiales habían decidido no zarpar, no querían abandonar a sus hombres. Sin embargo, tampoco querían que Bolívar enfrentara la posibilidad de un repliegue terrestre por las amenazas que pendían sobre él, pensaron que lo más importante era que Bolívar se salvase y con él las esperanzas de la República. Acordaron, contra la opinión del Libertador, que bajo las órdenes del general McGregor, se iniciara una retirada por tierra, subiendo la montaña que separa a Choroní de Maracay, pasar por Cagua y así emprender, por la ruta de los llanos, el regreso a Oriente donde tendrían la ocasión de encontrarse con los grupos de guerrilleros que se habían establecido en la zona.
¿Qué era Choroní en 1.816?Choroní era en aquella época además de puerto pesquero, tenía un pequeño muelle que estaba habilitado para la exportación, de allí su nombre de “El Portete”. De allí salían barcos cargados de cacao, café y otros productos agrícolas. El cacao de Choroní competía con el de Chuao, y según lo apunta Mario Briceño Iragorry en su obra “Casa León y su Tiempo”, las familias caraqueñas lo tenían en la más alta estima por su agradable sabor y delicioso aroma. Choroní, y hoy lo podemos ver en la arquitectura, era un pueblo de mantuanos, hacendados ricos que vivían en casas amplias y confortables; y de trabajadores agrícolas y pescadores que habitaban en lo que hoy se llama Puerto Colombia, a la orilla del mar. Barbarita Nieves, que 4 años más tarde se encontraría con José Antonio Páez, es un digno ejemplo de la vida que transcurría en Choroní. Estaba dotada de una la educación refinada y de cultura general envidiable. Barbarita tocaba muy bien el piano, contaba con voz de soprano, le gustaba y disfrutaba del teatro. Posiblemente, aunque no es seguro, Barbarita conoció en Choroní al general Carlos Soublette, con quien le toco compartir 11 años después, la interpretación de “Otelo” en Valencia.
Entre los oficiales que se encontraban allí en Choroní, además de El Libertador y el general Gregor McGregor, se contaban como hemos señalado al general Carlos Soublette, quien más tarde sería presidente de la República. También, los oficiales Manuel Carlos Piar, quien sería ejecutado dos años después, Santiago Mariño; José Antonio Anzoátegui y Ambrosio Plaza, héroes de Boyacá; Bartolomé Salom, héroe de El Callao y Diego Bautista Urbaneja. Tampoco es de extrañar que Bolívar se hubiera encontrado con el presbítero José Félix Sosa, firmante del Acta de la Independencia de Venezuela y quien tenía su casa en Choroní. Finalmente, Bolívar accedió a las súplicas de sus oficiales, y luego de una muy accidentada travesía por el Caribe, digna de un guión cinematográfico, llegó a Güiria procedente de Choroní, un mes después, el día 16 de agosto de 1.816. Fue tan lamentable el desembarco que el día 22 de agosto su autoridad fue desconocida por parte de los generales Santiago Mariño y José Francisco Bermúdez. Bolívar, enfrentó la conspiración de sus propios hombres, no flaqueó y logró por fin embarcar nuevamente hacia Haití, donde encontró al presidente Pétion dispuesto ayudarlo en una nueva expedición, esta vez con resultados positivos, tal como lo registra la historia. “La Retirada de los Seiscientos” Mientras tanto, MacGregor toma la conducción de los restos de la expedición. Como se había acordado, desde Choroní se retira al interior de Venezuela, por Maracay, Cagua y Villa de Cura. El día 18 derrota al coronel Juan Nepomuceno Quero. Siguiendo la ruta diseñada, se interna en los llanos venezolanos, rumbo a Oriente. El día 2 de agosto, en un lugar llamado Quebrada Honda derrota de nuevo al coronel Quero. El 6 de septiembre se libra la Batalla de Los Alacranes derrotando al coronel Rafael López. Finalmente llega a Barcelona, donde encarga al general de división Manuel Carlos Piar el mando de las tropas. El 27 de septiembre, más de 2 meses después de la retirada de Choroní, ambos generales se enfrentaron nuevamente a Francisco Tomás Morales en la batalla de El Juncal, cerca de Barcelona y derrotaron al causante de tantos sufrimientos.
“La Retirada de los Seiscientos”, una travesía de centenares de kilómetros desde Choroní hasta Barcelona enfrentando al enemigo, casi sin armas ni provisiones, convirtió la derrota en una hazaña militar. Los patriotas recuperaron así la confianza que necesitaban, se reorganizaron y pudieron apartar a los que se habían opuesto a Bolívar. Los oficiales que no habían conspirado contra Bolívar pronto se dieron cuenta de la situación y no reconocieron sino su jefatura. En el mes de octubre de 1816 los patriotas acordaron pedirle a Bolívar que regresara nuevamente y designaron a Francisco Antonio Zea para que se trasladara a Haití y le diera a El Libertador las buenas nuevas. Es así como el 21 de diciembre de 1816 salió de Haití, con un rumbo fijo, regresar a Venezuela y librar a nuestra Patria del yugo del Imperio español.
La frase con la que abro esta crónica como antetítulo, “El arte de la victoria sólo se aprende por medio de la derrota”, justificó una vez más a nuestro Libertador.
Nunca como entonces tuvo tanta razón.
Investigación, recopilación de Emilio Alonso A.

Historia de Choroní..(1ra. parte)

Historia de Choroní (Recopilación, 1ra. Parte)

Este pueblo fundado en 1616 es un paraíso terrenal, a 1 hora y 40 minutos de Maracay, se encuentra uno de los pueblos más atractivos de la geografía venezolana el cual conjuga mar Caribe con altos cerros de abundante vegetación adentrados en el "Primer Parque Nacional Rancho Grande de Venezuela", como los es el Henry Pittier, que acercan las aguas de variados ríos las costas del pueblo. Choroní no sólo es ríos y hermosas playas. Choroní, rico en tradición cultural, producto de la mezcla de razas, es también cuna de la primera beata de Venezuela como lo es nuestra Beata Venezolana la Madre María de San José. Este gran pueblo está adornado de calles coloniales e innumerables sitios históricos. El majestuoso parque nacional "Henry Pittier" ofrece a través de la carretera en medio de frondosos bosques, otra alternativa de ensueño como es llegar al "paraíso turístico de Aragua" Choroní. Viajar a esa pintoresca población regional sin conocer su historia, es no haber entrado de lleno al fondo del corazón de su gente; cuenta la vieja leyenda que "la apacible vida en el caserío de Los Choroní es interrumpida violentamente por unos extraños hombres barbudos que vienen del mar. La presencia de estos hombres vestidos en una forma inusual, deja atónitos a todos los miembros de la tribu. Desde ese mismo momento su vida es transformada, son perseguidos, vejados, esclavizados, sin comprender lo que ocurre. Los Churuní inician la guerra contra el español invasor. Son aplastados, el conquistador es más fuerte. La tristeza se apodera del indio que todo ha perdido: su casa, mujer, libertad y hasta su nombre. Ahora los llaman Choroní. Es repartido como objeto, en el sitio que antes era de él. Es esclavo, en donde antes era libre. El amado cacique es sustituido por el déspota y odiado comendero. Al llegar los misioneros, la vida del indio es más soportable, deberá cambiar sus creencias y aceptar la del hombre blanco. La llegada del esclavo africano, suaviza sus labores agrícolas. Para 1616 ya había en Choroní una doctrina de indios con su iglesia a cargo del Fray Pedro Buitriago y gran parte de los indios encomendados al capitán Diego de Ovalle, habían establecido sus casas alrededor del templo, en 1622 el caserío es oficializado como pueblo, bajo la advocación y nombre de "San Francisco de Paula" por el juez poblador, teniente Don Pedro Gutiérrez y el vicario Pbro. Gabriel de Mendoza. Con el tiempo el pueblo pasa a llamarse "Santa Clara Asís" y en 1964 ostenta el nombre de "Santa Clara del Valle de Choroní", siendo conocida como Choroní. Los primeros habitantes antes de lo que después se denomino como el Valle de Choroní o Costa Abajo, fueron los naturales o posteriormente llamados Indios de origen caribe, los cuales se hallaban a lo largo de la región de la Costa de Venezuela. Siendo la mayoría de los caribes nómadas y muy poco semi-sedentarios, es de suponerse que los que se asentaron en el Valle de Choroní, fueran de esta ultima clasificación. Estos estaban organizados en grupos de familias consanguíneas que se dedicaban a la pesca, la caza y recolección, teniendo un perfecto dominio también de las embarcaciones como (canoas y piraguas), y del arco y la flecha. Los que llegaron a radicarse definitivamente en ese lugar, una vez logrado ese sitio, desarrollaron la agricultura itinerante de frutos y raíces, como plátano, yuca y maíz, etc. Ejercieron también el comercio de truque con otras tribus interioranas, mediante el cambio de sal u otro producto, por algunos de los renglones de lo que producían aquellos. En este orden de ideas, uno de los primeros españoles en poseer una encomienda en el Valle de Choroní, fue el Capitán Lázaro Vásquez, la que posiblemente se la otorgó el conquistador Don Diego de Lozada; pues no hay una fecha cierta sobre esto; sólo se conoce que dicha encomienda, se la cedió a su hija doña María Vásquez de Rojas, esposa del Capitán Don Diego de Ovalles, de origen portugués. Dicha encomienda contaba con 40 indios y producía 2.000 pesos al año. Un hecho que cabe destacar, es la existencia allá en Choroní de un cultivo de cacao ya organizado en 1616. En los valles de la costa de mar existió desde siempre el cacao silvestre, que los indios aprovechaban en forma primitiva. Lo recogían en los dispersos cacahuales en la espesa fronda de la selva, y lo beneficiaban, usándolo como moneda de trueque y sobre todo en la bebida que llamaban "chorote". Seguramente ese cacao debía ser de la estirpe del después famoso cacao "Chuao", variedad que se encontraba en esa zona aragüeña, distinta de las de otras regiones llamadas cundeamor, zambito, angoleta, cojón, etc. Cuando el producto comienza a popularizarse en Europa y adquiere un valor comercial, los encomenderos dejan a un lado la recolección silvestre y organizan el cultivo en forma racional. Así lo hace el Capitán Diego de Ovalle en Choroní, y también oros encomenderos en sus respectivos valles. Es claro que la dicha arboleda de cacao de Ovalle, por la misma lentitud de su crecimiento, no se levantó en ese preciso año de 1616, sino que los
esfuerzos debían haber comenzado unos años atrás.
Choroní Tierra de Gracia que el Sol Temprano Matiza
Publicado por, Emilio Alonso A.

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Espero visiten Choroní y sus encantos.
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